jueves, 13 de septiembre de 2007

DE DIOS NOS HABLA LA RELIGION Y LA TEOLOGIA...

Toda experiencia de Dios debe ser razonable, es decir debe pasar por la rejilla de su comunicabilidad, tener la característica de ser comprendida por otros al ser escuchada. Si bien es cierto que no necesariamente toda comunicación de ella llevará al otro a la fe, porque esta misma es una experiencia personal, contextuada en unas situaciones bien definidas que sólo afectan a quien la ha vivido. Es claro que la posmodernidad ha llevado “in extremis” esta vivencia a los confines de lo privado, la posibilidad de narrar dicho entramado hace que esta pueda pasar a un plano de lo comunitario, de lo colectivo como colegiado, no como uniformidad. La pregunta por Dios pasa siempre por el ámbito de lo razonable, aun en el caso de quienes lo niegan, todos se hacen de alguna manera y de algún modo el cuestionamiento de si Dios puede ser pensado, y si es pensado qué es lo que pensamos de él, qué fijaciones y qué proyecciones elaboramos sobre él. No voy a afirmar que las negaciones son afirmaciones implícitas, pero es claro que siempre será un referente de comprensión del devenir del mundo y de la historia. Pensar en Dios es por tanto razonable, no tanto porque la razón humana pueda dar cuenta de él, sino porque se puede preguntar por él de un modo razonado, y alguna respuesta es factible dar, aunque necesariamente no sea satisfactoria

Lo que decimos de Dios estará siempre enmarcado en los límites de un lenguaje que es finito, hemos buscado, desde el inicio de la pregunta por Dios, desde los orígenes mismos de la filosofía, achacarle unos atributos que se opongan proporcionalmente a nuestra finitud, a esta experiencia de una carne que es débil, que se enferma, que no alcanza todo lo que se propone, nuestro lenguaje ha subido más allá de las nubes para colocar a Dios en una esfera que sea intocable para nosotros. Pero aún así nuestro lenguaje es un reflejo de una búsqueda, no es simplemente una proyección al estilo de Feuerbach, donde el hombre frustrado dibuja el sueño inalcanzable de lo que nunca llegará a ser, esa finitud, logra más bien, que la percepción que podemos tener de Dios sólo pueda ser descrita en términos de la limitación, aun cuando utilicemos palabras grandilocuentes y que lo que narramos de él se halla desde nuestras propias posibilidades. El lenguaje simbólico ha dado más cuenta de Dios que las mismas elaboraciones metahistóricas y metafísicas, en donde lo atronador del discurso, se queda en la megalomanía de una retórica ya trasnochada. El hombre religioso es el hombre simbólico que trata de hablar de la infinito desde categorías limitadas pero que siempre conservarán en su interior un horizonte del que nunca podrá dar cuenta de modo total y definitivo pues siempre quedará faltando algo.

El afán fideista por dar cuenta de Dios, siempre mirará con desdén los relatos que de la filosofía hace Dios, pues pareciera que el Dios del que hablan los filósofos no es el mismo de la Revelación, es más pareciera que se hablara de Dios como un objeto de laboratorio del que se discute si puede ser estudiado o no. El interés de la filosofía será otro que el de la fe, será el del raciocinio, el de las preguntas por las cosas que dan sentido a la existencia, sin embargo eso en ningún momento puede negar su posibilidad de complementar la fe en tanto que cuestionar es fruto de quien posee inteligencia. La filosofía, explora, elabora, pregunta hasta conformar horizontes de comprensión que nos permitan mirar lo que está allí frente a nosotros. Al problematizar a Dios, éste se transforma en núcleo inteligible de lo humano. Los reproches de la filosofía son también los cuestionamientos por el proceder sobre el cómo se cree, cuáles son las consideraciones éticas y vitales de quien dice ser creyente, hasta dónde esa forma de ver el mundo es contradictoria con la razón o no. Desde la filosofía no se convence a nadie para creer y tampoco para lo contrario, aunque esto último sea más factible, pero es posible dar unos márgenes abiertos para el pensar nuevas posibilidades de cómo Dios es dable en los innumerables senderos de la vida humana.

Lo que se puede narrar de la experiencia de Dios, cuando está llega a unos límites de profundidad insospechados, es el lenguaje de la mística, que no es otro más que el de la pasión. Había dicho en uno de los comentarios anteriores que los símbolos dan cuenta de alguna manera de lo que uno ha vivido, pero el lenguaje de lo místico por ser “passio” “pathos”, padecimiento es una manera de expresar lo divino de forma no coloquial, es decir con el arraigo del que siente que su inteligencia ha sido superada por las fuerzas del corazón. La filosofía existencial, aun la no creyente como la de Cioran, se ha preguntado por las fuerzas de la mística, como esa razón poderosa que da más razón de Dios que cualquier argumento teológico. No se trata de acudir al sentimiento para explicar lo inexplicable. Es la fuerza moral que aun subyace en la debilidad humana aún por encima de lo inteligible. Hallar a Dios es cuestión de encontrar un tesoro que sólo tiene validez incalculable para aquellos que lo andaban buscando.
Para el desarrollo de este artículo se tomó como texto base: Dios hoy: ¿Problema o misterio? De N. Kutschki.

Victor Hugo Arias Castañeda. sdb

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