sábado, 3 de noviembre de 2007

"A LA DIESTRA DE DIOS PADRE..."

En una cultura como la nuestra, machista, patriarcal y preponderantemente masculina, hablar y realzar la figura del padre no deja de ser sospechoso. Incluso las nuevas teorías sociales y culturales, como el feminismo que buscan resignificar las relaciones, resituarlas y relanzarlas de modo que se puedan establecer nuevas maneras de comprender nuestros lugares en el mundo y lo que ellos implican, piensan esta figura del padre desde una nueva plataforma. Por eso volver a pensar al Padre, como fuente y origen de las cosas, no es un intento de posicionar lo masculino como hegemónico, sino de ver esta paternidad desde el gozo de la Buena Nueva evangélica, interpretado desde otras categorías, como la posición liberadora, el derecho a la ternura, la posibilidad de lo femenino más allá del género, la necesidad preponderante de construir una ética que reconoce al otro como interlocutor, como sujeto de diálogo.

Desde el hecho de Dios Padre, cuya paternidad no nace con la aparición de la creaturalidad, viene a constituirse como el eje transversal de una experiencia auténtica del significado de la paternidad, no sólo como origen biológico, como apertura a la existencia, sino como fuente de la fraternidad como único espacio posible de una convivencia auténtica, de hecho la novedad radical de Jesús es mostrar cómo Dios es Padre y cómo ejerce esa paternidad en una constante creación que solicita la hermandad. No es posible entender el suceso Jesús sin su relación particular con el Padre, de hecho todo el planteamiento ético cristológico se basa en un reconocimiento de dicha paternidad que a su vez produce una filiación que se constata en la experiencia de la vida.

Pero esta paternidad supera las cuestiones meramente genéricas, me explico, no es una referencia a lo masculino como fortaleza, como dominio y autoridad, es una paternidad que se entrelaza con la maternidad, que es protección pero que también es acogida, sustento en los afectos para dar afectos. Es una paternidad constituida en la radical necesidad de sentir al otro, porque ese otro es posibilidad de reconocerme y de intercambio de los afectos. Es allí donde nace una experiencia de liberación, el Padre libera porque enseña a no cerrarse en la vaciedad del propio egoísmo, porque su sola experiencia, lo que nuestra percepción nos dice de él, es que llama a la vida comunitaria, al contacto con el rostro de los otros, para poder profundizar, precisamente, cómo es que actúa el Dios que es Padre, y que siéndolo libera. En este caso liberar no es más que salir de los límites de nosotros mismos, expandir el horizonte de comprensión, allí mismo en donde aparece el Padre como afectiva que a su vez es efectiva.


Precisamente el hecho de que Dios sea Padre nos dice como es el actuar económico del Padre, es decir cual es la manera como se despliega en el mundo, cómo aparece, cómo se nos muestra, qué es lo que hay detrás de su manera de proceder, cómo es su búsqueda y su encuentro con el ser humano, de hecho podríamos sintetizar la historia de la salvación como el modo como Dios deja ver su paternidad, y ese acontecimiento se radicaliza en la persona de Jesús, de hecho, si hay una percepción física, que va más allá de toda especulación es la que nos muestran los evangelios en el mismo Jesús. A la Trinidad económica nos acercamos por Jesús, de hecho es él quien experimenta de modo radical lo que significa ser Hijo, por la manera como el Padre es padre. Si en algún momento en la historia salvífica Dios no se deja ver con toda la claridad que el hombre quisiera

Pero esta paternidad supera las cuestiones meramente genéricas, me explico, no es una referencia a lo masculino como fortaleza, como dominio y autoridad, es una paternidad que se entrelaza con la maternidad, que es protección pero que también es acogida, sustento en los afectos para dar afectos. Es una paternidad constituida en la radical necesidad de sentir al otro, porque ese otro es posibilidad de reconocerme y de intercambio de los afectos. Es allí donde nace una experiencia de liberación, el Padre libera porque enseña a no cerrarse en la vaciedad del propio egoísmo, porque su sola experiencia, lo que nuestra percepción nos dice de él, es que llama a la vida comunitaria, al contacto con el rostro de los otros, para poder profundizar, precisamente, cómo es que actúa el Dios que es Padre, y que siéndolo libera. En este caso liberar no es más que salir de los límites de nosotros mismos, expandir el horizonte de comprensión, allí mismo en donde aparece el Padre como afectiva que a su vez es efectiva.

Precisamente el hecho de que Dios sea Padre nos dice como es el actuar económico del Padre, es decir cual es la manera como se despliega en el mundo, cómo aparece, cómo se nos muestra, qué es lo que hay detrás de su manera de proceder, cómo es su búsqueda y su encuentro con el ser humano, de hecho podríamos sintetizar la historia de la salvación como el modo como Dios deja ver su paternidad, y ese acontecimiento se radicaliza en la persona de Jesús, de hecho, si hay una percepción física, que va más allá de toda especulación es la que nos muestran los evangelios en el mismo Jesús. A la Trinidad económica nos acercamos por Jesús, de hecho es él quien experimenta de modo radical lo que significa ser Hijo, por la manera como el Padre es padre. Si en algún momento en la historia salvífica Dios no se deja ver con toda la claridad que el hombre quisiera ("es verdad, tú eres un Dios escondido" Is 45, 15) ahora desde la realidad evangélica de Dios se puede decir una palabra más, aunque sea solo aproximativa.

Aunque de Dios es más lo que se puede decir a modo especulativo que lo que lo constituya esencialmente, esa paternidad que muestra el evangelio nos permite hablar de otra manera, el sólo hecho de decir que es Padre nos da la posibilidad, nos abre el horizonte de comprensión, de cómo es ese actuar de Dios, Dios que es Padre y a la vez Madre tendrá un sentido de ternura, de amor y de misericordia con sus hijos, pero de modo especial con aquellos que están cobijados por el manto de la debilidad, la exclusión y la marginación. De una manera especial no hay solo una oportunidad de ver a Dios en estos lugares humanos sino de saber que allí actúa presentemente, porque si la acción de Dios es como la de Jesús, sin duda su presencia se hace una certeza.

Lo más fácil es excluir, hacerse del lado de los ricos y de los poderosos, de los que tienen la facilidad de pisar y de aplastar sin que la justicia les pida cuentas, sin embargo Dios, que se distingue por ser Padre, así nos lo hace saber la experiencia de la historia salvífica, se "da la pela" por los pobres, por esos hijos que no son tenidos en cuenta, que no aparecen, por eso el lugar de Dios no queda relegado al ámbito religioso, sino a todos en donde una opción ética procure facilitar el sentido de la fraternidad, ese tópico que exige el reconocimiento del hecho de la paternidad de Dios.

La Trinidad inmanente busca, con su quehacer en la Trinidad económica trasladar la experiencia del amor y la gracia a la experiencia humana, el Dios que es Padre, busca que esas relaciones de la comunidad divina, puedan pasar al plano de la comunidad humana. Quien está a la diestra de Dios Padre no es más que el ser humano que ha sido tocado de un modo íntimo y profundo de lo que entraña a Dios y que pretende que esa zona de afecto y de gracia pueda ser percibida en la contingencia histórica. No se entiende que Dios quede sólo en un plano conceptual, de una teorización fruto de un parto de la inteligencia, de lo que se trata es de una vivencia que se hace carne y sangre en la medida en que unas nuevas relaciones humanas son posibilidad de la aparición del Dios que se hace el encontradizo con el hombre para que este a su vez se haga criatura nueva que da testimonio de lo que la paternidad divina puede hacer.

A modo conclusivo, es necesario hacer pasar nuestra manera de ver el mundo, la propia fe, por un bautismo trinitario, es decir, al modo de la Trinidad, en donde el criterio que fundamenta nuestro horizonte de comprensión no sea otro que la Caridad, pues la Caridad no es más que el motor para que la Trinidad Inmanente "dé él paso" para "convertirse" en la Trinidad económica.
Victor Hugo Arias Castañeda sdb.

1 comentario:

EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPIRITUSANTO, UNIDAD EN LA PLURALIDAD... dijo...

Me parece un buen escrito, deja ver el autor todos los conocimientos que ha ido recibiendo en cada una de las catedras de la universidad.