sábado, 3 de noviembre de 2007

LA TRINIDAD: COMUNIÓN DE VIDA Y DE AMOR

“Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayudadme a olvidarme enteramente para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Vos”. (Isabel de la Trinidad, ocd)

La palabra Trinidad no aparece ni en el Antiguo, ni en el Nuevo Testamento, en este último aflora de forma muy explícita el anuncio de las tres personajes, siempre en relación: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros”.
[1] Por eso cuando hablamos de la Trinidad, estamos hablando del Misterio Trino y uno que desde siempre ha existido y se ha encarnado en la persona de Jesús de Nazaret, quien en mutua comunión con el Padre han enviado al paráclito, que viene en ayuda de nuestras debilidades para fortalecernos y hacernos tomar conciencia del tesoro que cada ser humano lleva por dentro, es decir, nos hace caer en la cuenta de que somos hombres y mujeres habitados por un Dios que desde siempre ha estado y está con nosotros, y que nos recuerda la misión que cada uno hemos recibido desde la eternidad –Amar y hacer amar el amor-.

Porque en un mundo como el que nos ha tocado vivir, donde lo que importa son las cosas materiales, el tener, el placer y el aparentar, se hace necesario volver a la hondura del Misterio divino para acoger los dones y frutos que estos regalan a cada persona, buscando armonizar la vida, de tal forma que sea vaya configurando con la del Dios Trino, que espera de nosotros cada día una respuesta coherente con lo que nos ha entregado, ya que cuando somos convocados por el amor de los tres, nos sentimos llamados a manifestar la paternidad del Padre misericordioso, que acoge, redime, levanta, salva… dándonos a su Hijo para hacernos partícipes de su filiación divina.

Todas las religiones y creencias propician el espacio para que el hombre que cree en cualquier divinidad logre entrar en relación amorosa con aquella deidad, ya sea por el canto, la oración, meditación, en fin, por el medio y recurso que le propicien. Es esto mismo lo que propicia el cristianismo, cuando pone como medio de comunicación y de encuentro con la Santísima Trinidad, la oración, manera como se puede entrar en dialogo sencillo con el Dios Trino que habita en lo profundo del corazón de cada hombre: “En la raíz de toda doctrina religiosa está el encuentro con el misterio divino. Este encuentro produce una experiencia radical que globaliza las diversas dimensiones de la existencia, el afecto, la razón, la voluntad, el deseo y el corazón. La primera reacción, expresión de gozo, es la alabanza, el canto y la proclamación. Viene luego el trabajo de apropiación y de traducción de la experiencia-encuentro, hecho por la razón devota. Es cuando surgen las doctrinas y los credos”.
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Cuando hablamos de la comunión y vida que existe entre la Trinidad, estamos haciendo alusión a la vida interna que se desarrolla en el Dios Trino. Bien sabemos que es una vida verdadera y de comunión, donde los tres se comunican y cada uno realiza su misión, el Padre no procede de ningún otro ser, el Hijo es engendrado, es decir, procede del Padre y su alimento es hacer la voluntad del que lo ha enviado, y el Espíritu Santo que es el consolador y procede de la interpenetración (Comunión) del Padre y del Hijo; en estos dos últimos existe una procesión, debido a que proceden de Otro, porque el Dios del cristianismo no puede ser un Dios que vive en soledad, debido a que su misión es vivir en comunión y armonía con el Hijo y el Espíritu Santo. El Hijo es amor, ternura, generosidad, entrega… el Hijo engendrado por el Padre está llamado a ser su transparencia y de esta dimensión de unidad entre los dos, procede el Espíritu: “Solamente entre personas puede haber unión, ya que ellas se abren intrínsicamente unas a otras, el Hijo y el Espíritu Santo viven en comunidad por causa de la comunión. La comunión es expresión del amor y de la vida. La vida y el amor son dinámicos y exuberantes por su propia naturaleza. Por tanto, bajo el nombre de Dios hemos de entender siempre la Tri-unidad, la Trinidad como unión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”
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Durante toda la vida de la Iglesia los padres de la Iglesia, los místicos cristianos, y teólogos han escrito muchos tratados sobre el misterio de la Trinidad intentando demostrar los caminos por los cuales se puede llegar a una comunicación con el Dios Trino. Todos estos hombres y mujeres han señalado caminos que de alguna forma han ayudado a los cristianos a entrar en comunión con este exuberante misterio, cada uno lo representa de acuerdo a sus experiencias y nociones que tiene de éste. Leonardo Boff, nos dice que: “Mediante símbolos e imágenes, podemos concretar mejor el significado de este augusto misterio. Los mismos santos padres, cuando hablan en sus largas y ardorosas discusiones de la Santísima Trinidad, no dejaron de trabajar sobre analogías, figuras e imágenes.”
[4] Son las imágenes y los iconos entorno a la Trinidad lo que ha permitido que los cristianos puedan de alguna forma acceder a este misterio, lo que entra por los ojos y permite formar en el interior de la persona la imagen propia y real que ella puede concebir a partir de su experiencia de fe de lo que significa la augusta Trinidad, no olvidando que son tres personas distintas, con distintas misiones, pero que forman una sola familia de amor.

El misterio de la Trinidad no es una ecuación matemática difícil de resolver para nuestro entendimiento, un dogma árido y frío que Dios ha colocado en el credo para humillar nuestra razón. Es una verdad cálida, que Dios ha tenido la delicadeza de revelarnos, descorriendo el velo de su vida íntima, para que nosotros podamos aprender de su comunión perfecta el esquema de nuestras relaciones humanas a cualquier escala, debido a que estamos llamados a transparentar el misterio divino que cada ser humano posee, es decir, llamados a ser luz en medio de tanta oscuridad, dejando ver por sí solo y con la propia vida al Dios que nos habita, para que aquellos que se acerquen a nosotros, descubran y sientan que verdaderamente la Trinidad actúa en el hombre cuando éste es capaz de abandonarse en sus manos y reconocer que en él todo se puede, y que es él la fuente de amor inagotable que le posibilita poder amar con libertad y vivir en comunión como vive el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

La comunidad cristiana, la familia y toda sociedad, está llamada a formarse al estilo de la Trinidad, a ser reflejo de ella; todos distintos, pero con un mismo amor que los une y les permite relacionarse entre sí, si esto no existe es posible que no se pueda vivir de acuerdo a lo que enseña en el interior de cada hombre el Dios Trino, donde los tres son diferentes, pero unidos por un mismo amor, bien nos lo dice el gran teólogo de la liberación, Leonardo Boff: “Mediante Jesús y su Espíritu llegó a la humanidad la conciencia plena de la realidad perijorética de Dios; de que, bajo el nombre de Dios, de ahora en delante, tenemos que entender la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Lo nuevo, lo que no puede deducirse de ningún principio previo, es esto: la persona del Hijo y del Espíritu Santo no sólo se revelaron, sino que se autocomunicaron personalmente.”
[5] La Trinidad debe ser reflejada en la vida de la familia y de la comunidad porque es una familia con distintos miembros, donde cada miembro es un misterio insondable, inabarcable, responsable de la unidad y de la intimidad en la casa paterna. No podemos olvidar que Dios vive en todas la personas que hacen comunidad con sus hermanos, ya que es en la comunidad cristiana donde Dios le gusta vivir; por eso continuamente nos invita a vivir en comunidad, en comunión con el Padre, con Cristo a la cabeza y con la fuerza y el impulso del Espíritu Santo.

La Trinidad, en la persona de Jesús nos invita y nos lleva a trabajar por la liberación de todos los oprimidos y excluidos de los sistemas políticos, económicos y gubernamentales de América Latina y del mundo entero, donde los grandes y ricos de los países buscan estar por encima de los don ‘nadies’, no reconociendo que estamos llamados a vivir en comunión con todos los que hemos sido creados por el amor de los Tres: “La gran causa del Padre es el establecimiento del reino. Reino no significa aquí el dominio de Dios al estilo de los poderosos de este mundo. Es la inauguración de la bondad, de la misericordia, de la renuncia a prepotencia en función del servicio; implica la exaltación del humilde y el restablecimiento del derecho violado. Reino supone una liberación grandiosa y global; por eso su irrupción es buena noticia. Comenzó ya con la presencia del Hijo Jesús, pero está abierto todavía a un proceso de realización, en la medida en que se vayan adhiriendo las personas a él. Por eso es continuamente objeto de la esperanza y de la súplica de los seguidores de Jesús: “¡Venga a nosotros tu Reino!” (Mt 6,10)”
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Diego Andrés Cortés Saya, O.C.D.
Sayito30@gmail.com


[1] 2 Corintios 13, 13
[2] BOFF Leonardo. La Trinidad, la sociedad y la liberación. Ediciones paulinas. Madrid 1986. pg. 7.
[3] Ibid. Pg. 11.
[4] Ibid. Pg. 125
[5] Ibid. Pg. 18
[6] Ibid. Pg. 206

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